El hijo gesticula descalificando palabras del padre. Hace comentarios que aluden directamente a lo que él dice, de modo poco amable.

El padre se levanta y lo arrincona contra la pared, frena a segundos de hacer una demostración física, con un brazo en alto. El hijo dice “pasó todo límite”.

Un hermano se dirige a su hermana, con términos despectivos, para justificar su visión de las cosas, y agrega cuestiones sobre su condición de mujer. La hermana no volverá a ninguna reunión.

Un hermano refiere al otro, respecto de sus diferencias, basándose en la elección sexual de cada uno.

Un marido explica la baja performance empresaria, dirigiéndose a su mujer de maneras poco elegantes. Recibe igual devolución. El tema en discusión queda en la nada.

Un hermano amenaza con irse si otro no cambia sus actitudes.

Un socio considera que de la otra parte retiran dinero de manera poco clara, y lo expone delante de todos agresivamente.

Uno grita al otro, no va a participar más en reuniones, que decidan lo que quieran, no los aguanta más.

Con facilidad, las palabras con que unos se dirigen a otros se enmarcan en actos violentos. Las miradas, los tonos de voz, los gestos, confirman de modo elocuente el estado emocional negativo.

Como una olla hirviente, salpican y queman lo que hay a su alrededor. Lo que los circunda es una familia, una historia, valores, lucha de fundadores y nuevas generaciones por hacer crecer una visión compartida.

Una historia que se pone en peligro ante la crispación y los nervios sin control.

¿Cómo encarar la vida de la familia y los negocios cuando las cosas se ponen difíciles? ¿Cómo evitar caer en estados de “emoción violenta”?

Regla 1: silencio mata comunicación. Es un mito arraigado considerar que mejor no hablar para evitar problemas. Ante el silencio se agudizan las dificultades. Por lo tanto, comunicarse es lo mejor para resolver los temas.

Regla 2: donde y cuando. Es importante definir de antemano el lugar y momento en que se va a conversar. De lo contrario hacemos un conventillo.

Regla 3: liderar y gobernar. Se requiere identificar un líder que es quien llevará adelante las conversaciones, tanto en su organización como manejo. La “gobernabilidad” ayuda a encauzar las pasiones.

Regla 4: parar a tiempo. Significa saber detenerse cuando estamos por decir una palabra que sabemos hiriente. O cuando el tono de voz sube. Gritar o enojarse sin límite acrecienta el problema.

Regla 5: más soluciones, menos reproche. Supone el esfuerzo de concentrarnos en buscar salidas, y no enfocarnos en supuestos culpables.

Regla 6: no hay buenos y malos. Cada uno tiene su propia visión, sus propias anteojeras. No hay verdades últimas. Se requiere paciencia para comprender que cada parte tiene algo de razón.

Regla 7: consensuar. Implica la búsqueda de acuerdos mínimos que ayuden a salir adelante. Empezar por los consensos más fáciles, e ir de a poco por los de mayor complejidad.

Regla 8: yo siento. Es básico que cada uno al expresarse lo haga en primera persona. Tanto en lo que respecta a sentimientos propios, como lo que nos despiertan las palabras de los otros.

Regla 9: el legado. Es fundamental tener claro la idea de un legado futuro, que trasciende el momento actual. Gracias a lo cual comprendemos en qué medida atentamos contra el futuro por una situación del momento.

Regla 10: privacidad. Se necesita encontrar espacios privados donde decir cosas, de modo de no hacer público algo que es específico entre ciertas personas.

Regla 11: inteligencia emocional. Manejo de las propias emociones. Descalificar, gritar, no agrega soluciones, si no que profundiza el problema. Expresarlas del modo adecuado favorece el crecimiento.

Regla 12: familia y empresa. Significa que toda familia empresaria debe trabajar para preservar armonía familiar y rentabilidad. Con lo cual es necesario que pensemos como impacta cada reacción en la vida de la familia y la empresa.

Regla 13: prevenir. Siempre hay señales acerca de cuándo algo puede estallar. Por lo tanto, si queremos dar continuidad al proyecto, aprendamos a visualizar las señales para prevenir.

Regla 14: somos distintos. Es reconocer las particularidades, de modo de comprendernos mejor, y no hacer cosas que sabemos hace reaccionar mal a otros.

Regla 15: no prejuzgar. En muchas circunstancias el prejuicio obnubila la razón. Respondemos de acuerdo a dichos prejuicios. Por lo tanto tenemos que lograr ponerlos en un costado para generar una comunicación genuina.

Regla 16: protocolos. Es fijar reglas compartidas. Es definir límites de lo que se puede hacer. Normas de cómo abordar conflictos. Y fijar sanciones para excesos inaceptables

¿Demasiadas reglas? Elija las cinco más relevantes. Pero si no les prestamos atención, es factible que la violencia inunde la gestión cotidiana. Para que la familia empresaria crezca en su sueño, sea rentable y promueva armonía familiar, se requiere de un conjunto de reglas compartidas que permitan que en ese crecimiento no se produzcan heridas insalvables.

Un trabajo arduo en el tiempo, con resultados positivos para todos.

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