En una nota anterior, “no tenemos plata”, pensamos el sentido de esta frase, que se dice y escucha a menudo.

Observamos como ante ciertas ideas, propuestas, innovaciones, surge de modo casi inmediata la respuesta: “no tenemos plata”. Como un automatismo que cierra la conversación y la oportunidad de revisar ideas, costo beneficio, cambios posibles.

Una respuesta que no considera ni aporta referencias que la expliquen, con lo cual nadie sabe a ciencia cierta, si hay, si no hay, en que se gasta, en que se podría gastar.

No tenemos plata. Y punto. Y así se intenta dar por finalizada la cuestión, a riesgo de dañar relaciones involucradas. Como quien dice: “se hace lo que yo digo y punto”.

 

Pero ¿qué es la plata? ¿Que representa? ¿Que se pone en juego al hablar del dinero?

Parece simple: el dinero es…el dinero. Punto. No lo compliquemos.

¿Estamos seguros? O como todo en la vida, ¿representa algo más?

En una transacción comercial, en la relación con clientes, el dinero, el precio, como eje con el cual se fija el valor de algo, contiene un sentido que trasciende en mucho lo meramente racional, objetivo. Es lo que algo vale, para unos y otros. Eso es del negocio y la empresa hacia afuera, hacia el mercado, los clientes.

 

¿Y hacia adentro? ¿Qué significa el dinero para quienes intervienen en las decisiones, familiares y no familiares? Cuando decimos tenemos plata, o hay para esto y no para lo otro, ¿qué representa? ¿Qué se pone en juego?

 

El dinero, como algo que se intercambia, tiene un alto componente emocional. Más todavía en el seno de una familia, que traslada el modo de manejo del dinero que supieron tener como grupo familiar, al negocio que emprenden. Ni que hablar cuando las familias crecen, se agrandan, se incluye familia política. El dinero, el modo de manejarlo, adquiere múltiples significados.

Funciona como un punto de intersección. Como un punto de encuentro de diversos factores, elementos, que coinciden en eso que llamamos dinero y su intercambio. Dar y recibir. Pedir y ofrecer. Tener o no tener. Autorizar o no. Facilitar o restringir. ¿Te suena?

 

El dinero pone en marcha cuestiones diversas, como el poder. Quien lo tiene y quien no lo tiene. Alguien que permite su uso y alguien que espera la palabra final de otro. El que paga. El que espera la bendición de un tercero para recibir el valor en cuestión.

 

El manejo del dinero representa a su vez como se coordinan las relaciones personales. Padres, hijos hermanos, conyugues, familia política, empleados. En ese manejo del dinero se vislumbra como somos y nos reconocemos. También que priorizamos…y a quien priorizamos en sus pedidos y necesidades. Qué y a quien valoramos o desvalorizamos.

El reparto de dinero, lo que se cobra, evidencia estos aspectos que enumeramos. Si somos equilibrados y equitativos. En otras palabras, nos muestra los roles, como nos vemos, como nos manejamos en los intercambios con los demás.

Nuestra escala de valores.

El grado de generosidad o restricción.

 

Por otro lado, el manejo del dinero habla del grado de resistencia al cambio. En estos tiempos de vorágine del cambio, de aceleración y pérdida de control de variables que antes manejábamos con facilidad, nos enfrentamos a tomar decisiones nuevas, a definir cosas de modos alternativos, a usar la imaginación para resolver nuevos dilemas. Y eso requiere de esfuerzos monetarios diferentes. ¿Estamos abiertos y disponibles para esas inversiones? O rige el “acá se hace como yo diga y así se hizo siempre y nos fue bien, así que para qué cambiar”.

Los tiempos que vivimos requieren de otra agilidad mental, otras decisiones, y por lo tanto disposición a usar nuestros fondos de manera diferentes, y con otra apertura y flexibilidad

 

Se podrá decir: ¿no es demasiado pretender que el dinero y su manejo representen tantas cosas?

Sugiero que observes, pienses y converses con los tuyos sobre esto. Y a partir de eso incorpores otras variables en juego, que te ayuden a mejorar decisiones compartidas, y como lo dijimos, preservar relaciones.

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