Se escucha a menudo: no tenemos plata.

Casi como un latiguillo. Una frase que se acomoda fácil a cualquier circunstancia.

No tenemos plata.

No hay plata para eso.

Esa idea es cara.

No llegamos.

No alcanza.

Demasiados gastos.

Bajemos los gastos y vemos.

Vende más y a lo mejor….

 

Una idea, una sugerencia, un aporte, una solución diferente, pueden recibir como definición casi lapidaria el freno de la escasez de dinero. Entonces el mundo se detiene y parece no querer continuar.

Es un intercambio, que en las actuales circunstancias, se repite como melodía pegadiza en diálogos de familias y negocios.

 

Entonces uno hace preguntas simples, casi inocentes.

Uno quiere saber, indagar:

Veamos, ¿cómo es que no alcanza?

¿En base a qué sabemos que no alcanza?

No hay plata: bien, veamos, ¿cuáles son los gastos que explican dicha respuesta?

¿Cuáles los ingresos de la empresa?

¿Cuánto queda, cuánto hay, cuánto disponible?

No hay plata: ¿en que se usa?

No hay plata: ¿no habrá que reinventar el negocio?

En pocas palabras, preguntas que buscan la sustentabilidad de la negativa.

 

Entonces viene la sorpresa. Las respuestas ponen en evidencia cosas no imaginadas:

No sé muy bien los gastos.

Para que preguntás, ya los sabés.

No hay plata en la caja.

No tengo tiempo de hacer planillas y cargar todos los gastos.

Ahora estamos con otros problemas.

 

Si no está claro cuánto y en que se gasta, si no está registrado con claridad cuanto ingresa, ¿cómo se sabe que no hay plata?

 

Estos diálogos encierran verdades. Modos de funcionamiento, en particular dentro del grupo familiar.

Por un lado, evidencia la falta de seguimiento y registro, tanto de lo que ingresa como de lo que se gasta. Casi como si no se pudiera mantener, al menos, la llamada libreta de almacenero, para quien dicha libreta era algo de gran utilidad para reconocer donde estaba parado su negocio.

Así que por un lado esto: la carencia de información que permita tomar decisiones con algún grado de racionalidad. Es el dominio de las sensaciones, de la vivencia de carencia, más allá de lo demostrable.

 

Por otro lado, lo cierto que es que en algo se gasta: entonces, eso muestra cuales son las prioridades. El reparto en los gastos nos habla de los proyectos que se valoriza.

Muchas veces la respuesta de no hay plata esconde en qué se prioriza, la resistencia a lo nuevo, la dificultad en incluir ideas de las nuevas generaciones, y otras de distinto tipo que la experiencia de cada empresa y negocio podría agregar.

 

Es como si al mantener en la ambigüedad la información y los criterios para decidir, nos quedamos en cierta zona de confort, de comodidad, para que nada cambie. Y también como una manera de mantener el control y el poder en manos de quien lo detenta.

No hay plata es: se gastará como se viene gastando.

No hay lugar para lo nuevo.

Acá decido yo.

No se discute.

No se argumenta.

 

Como si no se pudiera entablar una conversación: “veamos, en que consiste tu idea, propuesta, desarrollala, cuantificala, mostranos que se gana o pierde si hacemos las cosas distintas. Por otro lado, este es nuestro cuadro de ingresos y egresos, veamos el conjunto y tomemos una decisión, o como lo hacemos posible”.

 

Este modo de preguntar y responder contiene un aditamento: es el modo de entablar las relaciones, en especial las familiares, como lo fueron en el pasado. No es el negocio o empresa la que tiene o no tiene plata, soy “yo” el que tiene o no, el que da o no da.

 

Esta manera de personalizar, de encarnar el hecho de disponer o no de la plata, hace que se pierda la lógica del negocio. Por lo tanto, las prioridades y necesidades del negocio son lo que yo diga. Y punto. La empresa necesita y puede lo que yo diga que necesita.

No es discutible. Consensuable. Compartible.

 

Es tiempo de preguntarnos antes de responder de inmediato. De abrirnos mentalmente. De reconocer el significado racional y emocional del manejo del dinero en familia y empresa. De conversar.

La plata tiene un valor simbólico que trasciende ampliamente lo que suponemos. Del mismo modo que los precios para los clientes.

En la medida que lo podamos hablar y descubrir estos diferentes sentidos, estaremos mejor preparados para afrontar los desafíos del momento, y hacer sostenible el proyecto soñado.

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