Tuvo una idea clara.

Mejor dicho, una imagen clara.

Hacía poco tiempo vio el mueble exhibido en un local. Comprendió que estaba incompleto. Pensó que algo podía agregar a lo que estaba ofreciéndose en el mercado. Consideró que esos agregados al mueble lo podían transformar en una oportunidad.

En realidad, más que una oportunidad.

Un gran negocio.

Estaba sorprendido porque no fue una simple idea: “vio” el nuevo mueble. Tal es así, que con esa imagen nítida en su mente, tomó un papel, lápiz, y delineó el producto imaginado. Logró transformar su imagen en un dibujo claro, con medidas específicas.

Entonces buscó a quienes podían proveerle las partes, con indicaciones muy evidentes. Su dibujo, a esta altura un diseño puesto en papel, le permitía solicitar a proveedores lo que pretendía para armar lo imaginado.

Los proveedores lo entendieron y le dieron lo que pidió.

Entonces su sueño cobró vida.

Pudo comenzar la nueva etapa. Ofrecer el producto que antes pudo imaginar con nitidez y luego fabricar. Su idea ahora se transformaba en un muy buen negocio.

Tal como lo imaginó.

Vendía en cantidad, había encontrado una oportunidad gracias a su olfato comercial y su capacidad para transformar ideas en negocios.

Tenía que comenzar la tercera etapa. Tener personal para lograr dar abasto.

Para producir, administrar, comprar, vender. En síntesis, conformar un equipo de trabajo gracias al cual crecer. También incluyó a su familia, ¿quién podía ser más confiable?

Pero entonces algo falló. Las cosas no salían como él quería. Se quejó, se enojó, protestó, gritó. Las personas hacían las cosas de un modo que no respondían a sus expectativas, métodos y visión. Perdieron interés de trabajar con él, incluida su propia familia.

Había logrado transformar una imagen en un dibujo y luego en producto.

Un producto a imagen y semejanza de su propia idea.

Pero la gente…

…la gente no respondía a imagen y semejanza de su voluntad!

¿Qué lecciones podemos aprender de esta historia?

Lección 1: la capacidad para idear productos, sumado a la gestión comercial para hacer realidad una idea, no implica un saber en formar equipos y conducirlos.

Lección 2: la capacidad emprendedora tiene que incluir la formación como líder de un equipo gracias al cual se lograrán los resultados esperables. Nadie puede ser el “iluminado” que al estilo de un mesías los salvará a todos.

Lección 3: las personas no responden a la voluntad de otro por el simple hecho que esa persona así lo pida o desee. Es fácil transformar una idea, una imagen en una propuesta concreta, pero no es lo mismo que las personas funcionen como un robot a voluntad del dueño.

Lección 4: el éxito comercial, si no se acompaña de la aptitud de liderar a otros, involucrarlos, hacerlos partícipes activos de los objetivos, va a desembocar en algo efímero y pasajero.

Lección 5: es bueno incluir la familia. Pero ¿creamos ámbitos para conversar los problemas? ¿Lo que es bueno para el negocio, será bueno para la familia? ¿En función de qué variables tomamos decisiones, hacia dónde se inclina la balanza?

Lección 6: tenemos que aprender a convivir con la incertidumbre, la flexibilidad, negociar con otros los pasos a dar. De lo contrario nos frustramos rápidamente.

Lección 7: hay que poder “desencarnarse” de la empresa. Tiene identidad propia, diferenciada del dueño. No responde de modo automático como un reflejo del cuerpo. Requiere de otros mecanismos que permitan movilizar voluntades y vencer inercias.

Lección 8: “nadie lo hace como yo”, dice el empresario en su intento de delegar. Es cierto, nadie lo hace como yo. Porque no se trata de eso para el éxito del negocio. Porque delegar es otra cosa. Se trata de aprender a trabajar por objetivos, promover pertenencia y motivación entre otras cosas, desplegar habilidades y actitudes que propicien la permanencia y rentabilidad.

Lección 9: en épocas como las que vivimos la empresa necesita de la diversidad de visiones para crecer y generar riqueza. Por lo tanto, no busquemos “clones” que respondan a imagen y semejanza.

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