La pérdida del olfato es uno de los síntomas del virus que nos azota. Se trata de la repentina pérdida de la capacidad de percibir olores.

 

Pero también tiene otro significado. El sentido de una metáfora.

 

Cuando decimos que una persona está perdiendo el olfato, ¿qué estamos queriendo decir? ¿A qué aludimos?

 

Cuando nos referimos a tener o no tener olfato para las cosas tiene  un doble sentido. Estamos hablando de una habilidad. Algo que trasciende lo biológico y fisiológico. Son habilidades mentales. De la inteligencia emocional.

 

Habilidades para interpretar la realidad, procesar datos y señales que percibimos, crear opciones novedosas ante problemas.

 

Supone poder ver más allá de lo inmediato. Como se suele decir, “ver el bosque y no solo el árbol”.

 

Entonces, si decimos que alguien está “perdiendo el olfato que solía tener”, hablamos de una capacidad que se resintió.

 

Perder visión, percepción, lectura de los hechos, discernimiento, sensibilidad. No llegar a vislumbrar oportunidades y amenazas.

 

La pandemia, con el estrés que provoca, la extrema tensión, las situaciones de encierro y aislamiento, los problemas agudos en lo comercial, la rentabilidad, la falta de perspectiva de futuro, la incertidumbre, nos inunda y provoca esa “pérdida de olfato” aludida.

 

Como directivos, mandos medios, miembros de empresas y negocios familiares, emprendedores: ¿estamos “perdiendo el olfato” para dirigir, pensar, comunicarnos, hacer acuerdos, tomar decisiones, cuidar relaciones, evitar grietas?

 

La vivencia de situaciones como las actuales facilita perder la brújula, o el olfato al que aludimos. Las respuestas ante dicho estado de cosas son evidentes.

 

Emociones y pasiones extremas.

Decisiones basadas en sentimientos de amor y odio.

Pérdida de variables que orienten el negocio.

Mensajes contradictorios.

Discusiones familiares agudas.

Dificultad de generar acuerdos.

Cansancio general.

Falta de perspectivas.

Imposibilidad de ver más allá de un horizonte corto o de lo inmediato.

Pérdida de competitividad.

 

Perder el olfato es perder la capacidad de manejarse en las situaciones recién comentadas. Y otras que cada uno agregue según  su experiencia.

 

Entonces, ¿”cómo recuperar el olfato”?

 

Ante todo, esa capacidad la tenemos. Porque si llegamos hasta acá es porque lo podemos hacer. Entonces lo primero es recuperar confianza. Recuperar trayectoria. Volver a verse en lo que somos y podemos y no permitir que la vivencia del momento nos obnubile e impida avanzar con esas habilidades que están en nosotros. Pero no es solo esto.

 

No podemos funcionar como un llanero solitario. Necesitamos conformar equipos para afrontar la crisis prolongada. Compartir visiones, diferencias, propuestas diversas, genera anticuerpos ante formas de ver únicas, que no ayudan para estos tiempos. Pero no es solo esto.

 

Tenemos que estar dispuestos a aceptar las diferencias y sobre todo no creernos que nuestra opinión es la única. Y ser capaces de generar acuerdos. Los mínimos que podamos, pero acuerdos al fin, que amplían la confiabilidad en el equipo. Pero no es solo esto.

 

En ese camino debemos preservarnos de las reacciones emocionales extremas: saber de antemano que eso nos puede suceder y estar atentos. Dichas reacciones emocionales son moneda corriente en la vida familiar y se extiende al negocio poniendo en riesgo todo lo logrado. Por lo tanto, pensemos un poco más antes que “nos salte la térmica”. Es cuidarnos, a su vez, de los mensajes contradictorios, tan nocivos. Pero no es solo esto.

 

Un modo de preservar el olfato también es medir la gestión, que lo que suponemos bueno para el negocio y la familia tengan parámetros con los que ser medidos, y salir así de la pura subjetividad. Es pensar en términos de costo beneficio. Pero no es solo esto.

 

¿Qué otra decisión puedo tomar? ¿Tomaría la misma decisión en otras circunstancias? Son preguntas orientadoras, porque como directivos hacemos eso, tomar decisiones, y hay que preservar la calidad de ellas. Pero no es solo esto.

 

No perder de vista el bosque por mirar el árbol: lograr mirar desde una altura que supere el día a día que nos absorbe. Salir de la rutina, tomarnos tiempo, observar, cuidar nuestra vida personal para estar en mejores condiciones para liderar en el futuro. Pero no es solo esto.

 

¿No es solo esto?

 

No, porque no es solo una cosa. Es la suma.

 

Para construir futuro sin perder el olfato.

Porque de acuerdo a lo que hagamos, así nos van a recordar.

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