El mejor paisaje es el ser humano.

Dicen que ante la pregunta sobre cuáles fueron los paisajes que más le gustaron, Atahualpa Yupanqui respondió: “el mejor paisaje es el ser humano”.

 

Cuando uno viaja por lugares desconocidos, en búsqueda de nuevos lugares, para disfrutar de recorridos distintos, atraviesa incertidumbre por lo que se va a encontrar, si le va a gustar o no, si los caminos serán aptos. Más todavía si la travesía es con la familia. Uno prepara un plan de viaje con mucho de aventura, y se va a enterar en el momento y lugar como son las cosas. Si el lugar es como prometía, si el paisaje se justifica. Si el tiempo invertido tiene compensación en el placer de lo hecho. Pero más allá de todas estas cuestiones, lo que marca la diferencia es el contacto humano con quien te recibe y brinda su servicio en los lugares donde uno pasa los días.

 

Un viaje de estas características consiste en estadías cortas y diversas. Para las cuales haces reservas previas y todas las inquietudes y dudas te asaltan.

¿Existirá? ¿Será cierto? ¿Las fotos son veraces?

 

Viajar, conocer nuevos lugares, es de las experiencias más gratas, y puede ser de las más frustrantes. Te preparas, armás el recorrido, compartís en familia diferentes opciones donde ir y alojarte. En vísperas de llegar a cada destino la ansiedad te invade respecto de con que realidad te vas a encontrar.

 

En uno de estos paseos conocimos las cabañas Chañares de Banda Florida.

¿Te suena? Parece difícil.

Chañares de Banda Florida, en la provincia de La Rioja, República Argentina.

 

Cuando llegamos, junto a la persona que nos esperaba, había un cartel que nos daba la bienvenida junto con el nombre de la familia. Entonces verificas aquello de “sorprender al cliente”. ¡Con que simpleza podés sorprender! En un lugar desconocido y alejado de centros poblados, nos recibían con afecto y familiaridad, dando confianza antes de comenzar a hablar. La ansiedad por lo nuevo se transformó en disposición positiva. Ya nos sentíamos bien sin haber empezado la estadía.

 

Ingresamos a la cabaña reservada. Aire acondicionado prendido de hace rato, para un lugar muy caluroso. Un vino regional en la mesa como obsequio. Dos gaseosas frías. Un estuche con bombones en la heladera. Una carpeta con todo lo que se podía hacer. Libro con comentarios de otros viajantes. Obviamente, todo limpio y ordenado.

De más está decir sobre la predisposición a colaborar o resolver problemas. Todo para una estadía de tres días. ¿Suponés que cobraron un precio exorbitante? Nada de eso.

 

Un lugar es la gente. Los que te reciben, atienden, muestran actitud de servicio.  Los que hacen que tu estadía, presencia, sea placentera, gratificante. Porque el mejor paisaje son las personas. Que te hagan sentir seguro, que mientras recorres para conocer, el lugar donde te encuentres alojado te resulte amigable, cómodo desde lo humano.

 

¿Cómo es tu negocio, empresa? ¿Cuál es el paisaje que encuentran tus clientes y potenciales compradores? ¿Qué dicen de vos?

 

En tiempos de tan alta competencia, incertidumbre, exceso de información y comunicación, la diferencia la hacen las personas.

 

Tendemos a buscar soluciones en cosas muy sofisticadas. Herramientas complejas. Por supuesto que son fundamentales en estos tiempos que corren. Que nos hacen correr. Que tienen una velocidad de cambio frente al cual perdemos la noción sobre donde estamos parados.

 

Pero, ¿cómo trabajamos para sorprender al cliente? ¿Qué hacemos para superar sus expectativas? ¿Cómo llegamos a él para brindarle seguridad y confianza?

 

No se trata de grandes ideas o de inventar la pólvora. Se trata de estar mentalizados. Todos.

 

¿Suponés que el dueño y su gente hicieron cursos para manejarse con turistas? No lo imagino.

 

De nuevo: ¿cuál es el paisaje humano de tu empresa?

 

Porque no lo olvides: El mejor paisaje es el ser humano.

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