Escuchamos lideres varios, gobernantes, compartir el dilema al que se enfrentan con cada oleada de pandemia. Dilemas donde las opciones se presentan como malas o muy malas.

Tenemos que elegir entre cerrar mucho o…mucho!

Quiere decir: no parece haber una manera de enfrentar tan dura realidad, que no sea con variantes malas todas. Donde nos vemos ante limitaciones severas en la vida cotidiana conocida.

En ese contexto, además, dichos dilemas se expresan, muchas veces, de en modo extremo desde emocional. Se exacerban las visiones de las partes. Parece no haber manera de acordar.

O es como yo lo digo, o es la muerte.

Entonces no solo los dilemas son extremos desde lo negativo sino también los sentimientos asociados en como se expresan.

Por lo tanto nos encontramos inmersos en situaciones que nos dejan perplejos, con un profundo sentimiento desesperanzador.

Si quienes lideran nos transmiten dilemas en esos términos, más difícil se hace caminar lo cotidiano y construir futuro.

Ese formato se presenta también en los negocios, empresas, familias y directivos que gestionan. Quienes las lideran caen con facilidad en la presentación de dilemas en los negocios y en la vida familiar en los cuales nada bueno se puede vislumbrar.

Se lideran familias y empresas generando un contagio emocional donde las pasiones se desbordan. Entonces encontramos funcionamientos confusos, donde se toman decisiones viciadas de esa carga emocional que no deja pensar. Decisiones basadas en la desesperación del momento y que inevitablemente conducen a realidades poco recomendables.

Maneras de comportarse y actuar que siembran pesimismo y negatividad, cuando lo que tenemos que poder lograr es, aun en condiciones tan adveras, climas mínimos de convivencia y tranquilidad.

“Si seguimos comprando nos vamos a fundir”.

“Si seguimos vendiendo nos vamos a fundir”.

“Si no puedo abrir mañana se termina todo”.

“Despidamos a la mitad de la gente”.

“Si tomamos alguien nuevo es un desastre”.

“Agreguemos más cosas para vender, no importa qué, así sobrevivimos”.

“Los clientes son unos hipócritas, les das algo y se abusan”.

“Para que quiero la familia acá si no responden cuando los necesitas. Echemos a los que sobran”.

La lista puede ser larga. Los ejemplos de dilemas extremos, apasionados, donde no hay matices, abundan y son moneda corriente.

Sería bueno que quienes lideran negocios y familias puedan repensar las decisiones que toman y en qué estado emocional las abordan. Los dilemas que enfrentan. Encontrar una manera de pensarlos y compartirlos que promueva vías de solución alternativa.

Que una empresa y familia funcionen en estos tiempos no es resultado del azar o de algún iluminado del momento. Requiere de un arduo trabajo personal y de conjunto.

Pero en esos términos no hay nada productivo que pueda surgir. Salvo profundizar el dolor.

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